Nosotros

Familia Herrera
En el año 2008, Ariel Herrera, junto a su esposa Nubia y sus hijos Yersson y Shaira Nicole, llegó a la vereda San Miguel, en Guayabetal. Allí compraron 4.5 hectáreas que tenían potreros, algunas matas de mora, vacas y un pequeño bosque que con el tiempo se convertiría en el corazón de un sueño.
En 2017, durante un curso de avistamiento de aves, Ariel descubrió que en su propio terreno habitaba un tesoro único: la Cundinamarca Antpitta (Grallaria kaestneri), una especie en peligro de extinción. Ese hallazgo marcó un antes y un después en la vida de la familia Herrera, que decidió transformar su finca y dedicarla a la conservación.
En este camino, la Fundación Camaná se convirtió en un aliado fundamental. Con su apoyo, se fortaleció la infraestructura, se consolidó la propuesta de turismo de naturaleza y se abrió la puerta a nuevas oportunidades de conservación.
Gracias a este acompañamiento, Sendero La Herrería dejó de ser solo un terreno familiar y se convirtió en un referente para la observación de aves en la región.
Familia de la conservación
Hoy, Sendero La Herrería es reconocido por ser el único lugar en el que se puede fotografiar a la tímida Grallaria kaestneri desde un hide. Pero más allá de las aves, este lugar guarda la historia de una familia campesina que, con la ayuda de aliados como la Fundación Camaná, decidió cambiar potreros por bosque, y cultivos por conservación.

En la foto: Familia Herrera – Fundación Camaná – American Bird Conservancy.